Pero, ¿hay algo más alto que el amor revelado en Jerusalén? Nada es más alto que el
abajamiento de la cruz, porque allí se alcanza verdaderamente la altura del amor.
¿Somos aún capaces de mostrar esta verdad a quienes piensan que la verdadera altura de
la vida esté está en otra parte?
¿Alguien conoce algo de más fuerte que el poder escondido en la fragilidad del amor, de
la bondad, de la verdad, de la belleza?
La búsqueda de lo que cada vez es más veloz atrae al hombre de hoy: internet veloz,
coches y aviones rápidos, relaciones inmediatas... Y, sin embargo, se nota una necesidad
desesperada de calma, diría de lentitud. La Iglesia, ¿sabe todavía ser lenta: en el tiempo,
para escuchar, en la paciencia, para reparar y reconstruir? ¿O acaso también la Iglesia se
ve arrastrada por el frenesí de la eficiencia? Recuperemos, queridos hermanos, la calma
de saber ajustar el paso a las posibilidades de los peregrinos, al ritmo de su caminar, la
capacidad de estar siempre cerca para que puedan abrir un resquicio en el desencanto
que hay en su corazón, y así poder entrar en él. Papa Francisco en Brasil.
abajamiento de la cruz, porque allí se alcanza verdaderamente la altura del amor.
¿Somos aún capaces de mostrar esta verdad a quienes piensan que la verdadera altura de
la vida esté está en otra parte?
¿Alguien conoce algo de más fuerte que el poder escondido en la fragilidad del amor, de
la bondad, de la verdad, de la belleza?
La búsqueda de lo que cada vez es más veloz atrae al hombre de hoy: internet veloz,
coches y aviones rápidos, relaciones inmediatas... Y, sin embargo, se nota una necesidad
desesperada de calma, diría de lentitud. La Iglesia, ¿sabe todavía ser lenta: en el tiempo,
para escuchar, en la paciencia, para reparar y reconstruir? ¿O acaso también la Iglesia se
ve arrastrada por el frenesí de la eficiencia? Recuperemos, queridos hermanos, la calma
de saber ajustar el paso a las posibilidades de los peregrinos, al ritmo de su caminar, la
capacidad de estar siempre cerca para que puedan abrir un resquicio en el desencanto
que hay en su corazón, y así poder entrar en él. Papa Francisco en Brasil.
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