Queridos hermanos y hermanas:
La catequesis de hoy está dedicada a la situación de los ancianos en la sociedad actual.
Gracias a los avances de la medicina, la vida del hombre se ha prolongado, pero nuestras sociedades, a menudo basadas en el criterio de la eficacia, no se han alargado el corazón a esta realidad.
La cultura del descarte considera a los mayores un lastre, un peso, pues no sólo no producen, sino que además constituyen una carga y, aunque no se diga abiertamente, se los desecha. Y muchas personas mayores viven con angustia esta situación de desvalimiento y abandono. Una sociedad sin proximidad, donde la gratuidad y el afecto sin contrapartidas van desapareciendo, es una sociedad perversa.
Fiel a la Palabra de Dios, la tradición de la Iglesia siempre ha valorado a los ancianos y ha dedicado un cuidado especial a esa etapa final de la vida. Por eso mismo, no puede tolerar una mentalidad distante, indiferente y, menos aún, de desprecio a los mayores, y pretende despertar el sentido colectivo de gratitud y acogida, para que los ancianos lleguen a ser parte viva de la sociedad.
Los jóvenes de hoy serán los ancianos de mañana. También ellos lucharon por una vida digna, recorriendo nuestras mismas calles y viviendo en nuestras casas. Tengamos bien presente: donde los ancianos no son respetados, los jóvenes no tienen futuro.
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