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SAGRADA FAMILIA
VATICANO, 27 Dic. 15 / 11:59 am (ACI).- El Papa Francisco presidió en la Basílica de San Pedro la Misa por el Jubileo de las Familias con ocasión de la fiesta de laSagrada Familia en el marco del Año Santo de la Misericordia.
Este es el texto completo de su homilía difundido por Radio Vaticano:
Las Lecturas bíblicas que hemos escuchado nos presentan la imagen de dos familias que hacen su peregrinación hacia la casa de Dios. Elcaná y Ana llevan a su hijo Samuel al templo de Siló y lo consagran al Señor (cf. 1 S 1,20- 22,24-28). Del mismo modo, José y María, junto con Jesús, se ponen en marcha hacia Jerusalén para la fiesta de Pascua (cf. Lc 2,41-52).
Podemos ver a menudo a los peregrinos que acuden a los santuarios y lugares entrañables para la piedad popular. En estos días, muchos se han puesto en camino para llegar a la Puerta Santa abierta en todas las catedrales del mundo y también en tantos santuarios. Pero lo más hermoso que hoy pone de relieve la Palabra de Dios es que la peregrinación la hace toda la familia. Papá, mamá y los hijos, van juntos a la casa del Señor para santificar la fiesta con la oración. Es una lección importante que se ofrece también a nuestras familias. Es más, podemos decir que la vida de la familia es un conjunto de pequeños y grandes peregrinajes.
Por ejemplo, cuánto bien nos hace pensar que María y José enseñaron a Jesús a decir sus oraciones, y esto es un peregrinaje: el peregrinaje a la educación a la oración. Y también nos hace bien saber que durante la jornada rezaban juntos; y que el sábado iban juntos a la sinagoga para escuchar las Escrituras de la Ley y los Profetas, y alabar al Señor con todo el pueblo. Y, durante la peregrinación a Jerusalén, ciertamente cantaban con las palabras del Salmo: «¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén» (122,1-2).
Qué importante es para nuestras familias peregrinar juntos, caminar juntos para alcanzar una misma meta. Sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer; un camino donde nos encontramos con dificultades, pero también con momentos de alegría y de consuelo. En esta peregrinación de la vida compartimos también el tiempo de oración. ¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre que bendecir a sus hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye? Hacer en su frente la señal de la cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más sencilla de los padres para con sus hijos?
Bendecirlos, es decir, encomendarles al Señor, como hicieron, Elcaná y Ana, José y María, para que sea él su protección y su apoyo en los distintos momentos del día. Qué importante es para la familia encontrarse también en un breve momento de oración antes de comer juntos, para dar las gracias al Señor por estos dones, y para aprender a compartir lo que hemos recibido con quien más lo necesita. Son todos pequeños gestos que, sin embargo, expresan el gran papel formativo que la familia desempeña en el peregrinaje de todos los días.
Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus padres (cf. Lc 2,51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que no lo encontraban. Por su «aventura», probablemente también Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y obediencia. Hacen parte del peregrinaje de la familia, también estos momentos que, con el Señor, se transforman en oportunidad de crecimiento, en ocasión para pedir perdón y recibirlo, demostrar el amor y la obediencia.
Que en este Año de la Misericordia, toda familia cristiana pueda ser un lugar privilegiado de este peregrinaje en el que se experimenta la alegría del perdón. El perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner remedio. Pobre de nosotros, si Dios no nos perdonase. En el seno de la familia es donde se nos educa al perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos y apoyados no obstante los errores que se puedan cometer.
No perdamos la confianza en la familia. Es hermoso abrir siempre el corazón unos a otros, sin ocultar nada. Donde hay amor, allí hay también comprensión y perdón. Encomiendo a ustedes, queridas familias, este peregrinaje doméstico de todos los días, esta misión tan importante, de la que el mundo y la Iglesia tienen más necesidad que nunca.
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martes, 1 de diciembre de 2015
DÍGNATE
PALABRAS DEL SANTO PADRE EN LA APERTURA DE LA
PUERTA SANTA EN LA CATEDRAL DE BANGUI
POR EL AÑO DE LA MISERICORDIA
Domingo 29 de noviembre de 2015.
Bangui se convierte en la capital espiritual del Mundo. El Año Santo de la Misericordia
viene anticipadamente a esta tierra. Una tierra que sufre desde hace años la guerra, el odio,
la incomprensión, la falta de paz. En esta tierra sufriente, también están todos los países del
mundo que están pasando por la cruz de la guerra. Bangui se convierte en la capital
espiritual de la misericordia del Padre. Todos nosotros pedimos perdón, misericordia, amor.
Para Bangui, para toda la República Centroafricana y para todo el mundo, los países que
sufren la guerra, pidamos la paz. Y todos juntos pidamos amor y paz, todos juntos. Pidamos
paz. Y con esta oración comenzamos el Año Santo aquí, en esta capital espiritual del
mundo hoy.
Oremos:
Señor Dios Padre de misericordia. Tú has concedido a toda la Iglesia este tiempo de
penitencia y de perdón para que la alegría nos renueve interiormente con la fuerza del
Espíritu Santo y caminemos más fielmente por tus caminos y así nos presentemos ante el
mundo como signo de paz y redención. Dígnate escuchar nuestras súplicas, ábrenos
completamente la puerta de tu misericordia, para que nosotros abramos un día las puertas
de tu casa del cielo con Jesús tu Hijo y el primero de la estirpe de los hombres que nos ha
precedido para poder con tu asamblea cantarte eternamente.
Abrid las puertas de la justicia, entraré a dar las gracias al Señor. Esta es la puerta del
Señor, que entren los justos. Accedo a tu casa Señor, ante tu Templo Santo me postro.
El Papa Francisco en África.
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NO NOS DEJEMOS ROBAR
101. Pidamos al Señor que nos haga entender la ley del amor. ¡Qué buenoes tener esta ley! ¡Cuánto bien nos hace amarnos los unos a los otros encontra de todo! Sí, ¡en contra de todo! A cada uno de nosotros se dirige la exhortación paulina: «No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal
con el bien» (Rm 12,21). Y también: «¡No nos cansemos de hacer el bien!»(Ga 6,9). Todos tenemos simpatías y antipatías, y quizás ahora mismo estamos enojados con alguno. Al menos digamos al Señor: «Señor yo estoy enojado con éste, con aquélla. Yo te pido por él y por ella». Rezar por aquel
con el que estamos irritados es un hermoso paso en el amor, y es un acto evangelizador. ¡Hagámoslo hoy! ¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno! Evangelii Gaudium
miércoles, 4 de noviembre de 2015
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